El 2022 empezó con ciertas cartas sobre la mesa en materia de reglas de juego para la producción ganadera, todo un avance respecto de otros años. Por ejemplo, el negocio externo, un pilar en la ecuación de muchas empresas del sector y por ende una variable de peso en el mercado local de hacienda y de carne, arrancó conociendo algunos límites. Las exportaciones ya estaban cuotificadas, se conocía la lista de cortes que no se podía embarcar y las cuotas estaban distribuidas. Pero siempre hay imponderables que terminan dictando el rumbo.
Para el productor y asesor de empresas ganaderas Fernando Canosa, hubo dos hechos que marcaron el año: el primero fue el cimbronazo en las exportaciones generado por la guerra en Ucrania. El conflicto obligó a poner en pausa muchas ventas, incrementó el valor de los fletes y sumó incertidumbre al precio internacional de la carne.
El otro factor fue el pronunciado incremento en el precio del maíz, que también llegó en parte como consecuencia de la guerra y que alteró los números de las empresas productivas quitándole rentabilidad a la terminación a corral e incentivando los esquemas de recría que ya venían bastante consolidados en los últimos años.
Pero es imposible comprender el impacto de estos hechos sin considerar el contexto climático en el que suceden, una intensa sequía que tal como remarca Canosa es protagonista y “cisne negro” de la campaña y que todavía no se conoce el alcance de sus efectos.
Algo que sí se pudo observar hasta ahora, explica el consultor, es que a causa de esa sequía y de la escasez de forraje a lo largo del año se fue acomodando la relación de precios gordo/flaco. Pero de cara a los próximos meses habrá que imaginar una menor producción de terneros, porque con poco pasto las preñeces van a caer, y además habrá destetes de menor peso. Eso se traduce en una menor producción de carne para 2023 y 2024.
Para aportar algo de optimismo en este escenario complejo Canosa afirma que hay dos indicadores productivos importantes que mejoraron este año. Uno es el aumento del peso de faena, vinculado con el alto precio de los terneros y el maíz y la mencionada tendencia a las recrías. En noviembre, el peso medio de faena fue de 233 kilos por animal, contra 230 kilos de diciembre de 2021.
El otro indicador que rescata Canosa es un aumento en la cantidad de terneros por vaca, algo que muestra un mejoramiento en la calidad promedio de los vientres disponibles debido a la extracción de las vacas viejas que provoca la demanda china. El dato duro es que las vacas pasaron de representar el 16 por ciento de la faena en diciembre de 2021 a ser el 18 por ciento en noviembre de 2022, y el año que viene la venta de vacas improductivas se podría profundizar por efecto de la sequía.
Mientras tanto, según Canosa, “los fundamentos se mantienen positivos para la demanda mundial de carne”, y “gobierne quien gobierne, la necesidad de Argentina de exportar carne ya no entra en discusión”.
Teniendo en cuenta esto, el productor considera fundamental poner mucha atención a las estrategias productivas. “Las decisiones que se tomen hoy determinarán la producción de carne de los próximos años. Los que puedan profundizar inversiones en pasturas y recursos forrajeros estarán preparados para responder, la oferta de forrajes pasa a ser más estratégica que nunca”, remarca.
Luego asegura que la Argentina sigue teniendo grandes posibilidades de seguir creciendo en la producción de carne, pero enumera algunos puntos que habrá que seguir de cerca para estar a la altura de las circunstancias. Uno de ellos es el pacto comercial Mercosur-Unión Europea. Otro punto, relacionado con el primero, es la obligación de la ganadería de mejorar sus balances ambientales, medirlos y comunicarlos. “En ese sentido, más que nunca es necesario producir más pasto, es la forma de mejorar la captura de carbono de la ganadería. Tenemos que poner mucho esfuerzo en transmitir el mensaje y defender ante el mundo nuestro sistema de producción”, concluye.
Fuente: Clarín Rural